Texto de Claudia Rueda para GRETEL
"Es tu ficción lo que me
interesa" decía Asimov. Esa frase me simpatiza. No busco gusanos debajo de
las piedras, busco historias. Y cuando las encuentro no las pienso en palabras,
sino en imágenes. No lo decido yo sino que así funciona, como en los sueños. Y
entonces me encuentro con el libro álbum y allí navego.
"Unos se pierden en lo que leen
y otros se encuentran", escribía Paul Valéry. Yo me encuentro en lo que
leo y me pierdo en lo que escribo, y viceversa. Cuando dibujo historias pierdo
mi disfraz de adulto y dejo hablar a la parte de mí que no ha crecido cínica y
hastiada. Vuelvo a jugar. Y lo que escribo resulta ser literatura infantil, por
coincidencia.
De niña no conocí el libro álbum,
pues no existía en el lugar donde crecí. Mis primeras lecturas fueron los
cuentos de Grimm, Andersen y Oscar Wilde. Más tarde me perdía y me encontraba
entre Cortázar y Nietzsche, John Lennon y Roger Waters. Coleccionaba a Winsor Mc
Cay, Quino, Enki Bilal y Moebius. Ahora, cualquier género artístico es mi
favorito; llevo los sentidos abiertos y atrapo lo que me gusta. Soy como el
zorro de Isaiah Berlin. Me mueven las animaciones de Miyazaki o de Yuri
Norstein, los diseños de Bruno Munari, los graffitis de Banksy, las
ilustraciones de Saul Steinberg y Ralph Steadman, las fotografías de Joel Peter
Witkin, la poesía de Emily Dickinson, de Rilke o de Luis Rosales, los textos de
Marguerite Yourcenar, de Galeano, de Orwell.
Siempre me han atraído los lugares
no comunes a los que me llevan El Bosco, Caspar David Friedrich y Edward
Hopper. Quisiera un poco de la luz de Rembrandt, la locura de Munch, el
desenfreno del Goya oscuro, la rareza de Max Ernst, el misterio de Leonora
Carrington y los colores de Paul Klee. Y por supuesto, aspiro diariamente a la
necesidad de crear de Picasso. Intento aprender de la libertad de la pintura
japonesa y de los dibujos que hacen los niños antes de saber escribir.
Me gusta el libro álbum con la
inteligencia y el humor de Dr. Seuss y David Mc Kee, el ingenio de Crockett
Johnson, la plasticidad de Kvĕta
Pacovská, la irreverencia de Babette Cole, la ingenuidad de Tomi Ungerer
y Arnold Lobel, la frescura de Serge Bloch y Suzy Lee y la poesía de Shaun Tan.
Disfruto descubriendo tesoros olvidados en los libros de Fernando Krahn, Peter
Newell, Ellen Raskin o Margaret Wise Brown.
Colecciono frases y pensadores
favoritos. Me gustan la rebeldía y el compromiso. Prefiero al lobo que a la
oveja. Le temo a la atrofia de la imaginación, al imperativo de la
homogenización y al reemplazo de la experiencia directa por el testimonio de la
pantalla. Cuando estoy en el margen busco una biografía, formal o informal, de
alguien que haya caminado por el borde. Así me siento en buena compañía y
sonrío de nuevo. No creo en las tendencias, ni en las ideas comunes. La creatividad
es de uno solo.
"La poesía no quiere adeptos,
quiere amantes" decía García Lorca. Por eso hablo del compromiso. El
proceso creativo no es en bajada, sino que se parece más a subir una montaña. Y
sólo encuentro cosas si estoy subiendo. Necesito sorprenderme, estar apasionada
por lo que hago, renovándome y no acomodándome en una fórmula que vende, por
más que venda. No repito mis aciertos. Si un proyecto no me entusiasma, ya sé
que no va a prosperar. Sale mal sin ganas y no sale si no hay compromiso y horario.
La pluma era la lengua del alma para
Cervantes. Yo la encuentro en el lápiz. Me gustan la fuerza y la intención del
trazo sobre el papel y la forma como revela el proceso. Luego y solo al final
viene el color, que es tan importante para mí como los espacios que dejo en
blanco. A veces uso color de acuarela, otras veces color de pixeles. El peso
emocional de la historia es el que al final decide la técnica que mejor habla.
No creo en la textura por la textura.
Creo en el diálogo. Para eso están
los libros y los buenos amigos. Para eso los encuentros y también los
desencuentros. Te ves en el otro, como decía Sartre (aunque para él era un
infierno). Por eso, después de terminar un proyecto de libro álbum se lo
muestro a mis hijas, lo enseño a mi editor, lo leo en voz alta. No busco una
aprobación, sino el reflejo y la perspectiva. Cuando estás tan inmerso entre
los árboles de un proyecto ya no ves el bosque. Por eso en ese momento
necesitas salir y contárselo a alguien, pero no a cualquiera.
"Los artistas no escogen sus
temas, los temas los escogen a ellos", decía Oscar Wilde. Pasamos con
frecuencia de títere a titiritero y al revés.Y en ese ir y venir empieza a
germinar la idea. Por eso viene bien tener a mano una libreta y un lápiz. Pero la idea es solamente una semilla que
necesita fermentarse y buscar un vehículo que se llama historia. En ese momento
hace falta perderse para encontrar. Perderse en los libros, el cine, el teatro,
una entrevista, un viaje, lo que sirva. Y a veces las ideas resultan bien, y
muchas otras veces no resultan. La flecha que da en el blanco es el resultado
de mil que no atinaron, dicen en oriente. Eso se aplica al talento.
La creatividad es una enfermedad
incurable. Necesita estar alimentándose, cambiando de lugar, dejando huellas
por todas partes. El secreto es la curiosidad, el lugar es la imaginación y la
forma es mantenerse trabajando.
Claudia Rueda
http://literatura.gretel.cat/es/content/claudia-rueda
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